Entrar a la ciudad de Rothenburg implica entrar literalmente por una puerta. Hoy en día, los seis portales principales tienen sus puertas abiertas veinticuatro horas al día, trescientos sesenta y cinco días al año o, mejor dicho, trescientos sesenta y cuatro días y medio al año (solamente la mañana del domingo de resurrección se cierra una de las puertas de la ciudad).

Cualquier persona puede entrar a la ciudad cuando lo desee. Esto, por supuesto, no era así siglos atrás: las puertas se cerraban durante las noches y había estrictos controles en cada entrada, para determinar quiénes podían ingresar. Pero esos controles superaban la esfera de lo meramente visible. La gente, más que a sus congéneres, le tenía miedo a lo invisible: demonios, malos espíritus, enviados diabólicos que buscaban perturbar la paz de los rothenburgueses.

Por lo tanto, ¿cómo hacer para controlar efectivamente las entradas a la ciudad y evitar visitas indeseadas? El método apotropaico elegido fue colocar mascarones en cada portal de la muralla: una máscara con rasgos horrendos.

Detrás de esta acción se esconde la siguiente lógica: Si un demonio llega a una ciudad y lo primero que ve es una cara fea, desgraciada, que no demuestra nada de placer ni de contentamiento, entonces no va a tener ninguna razón para querer entrar; en ese lugar ya reina la maldad y los malos espíritus no tienen nada que hacer ahí, no tienen la necesidad de sentir envidia de los habitantes de ese sitio, cuyas puertas muestran en el estado de infelicidad que viven.

Por eso, en alemán esos mascarones reciben el nombre de Neidkopf, la cabeza de la envidia.

La ciudad amurallada tiene hasta hoy mascarones que datan de la Edad Media y son testigos de ese sistema de control de las huestes invisibles. Pero si prefiere entrar por una puerta un poco más auspiciosa, le recomiendo que llegue a Rothenburg desde el sur. En la entrada más nueva de la ciudad, en la Spitalbastei –el bastión del hospital– se encontrará con la siguiente leyenda:

En latín puede leerse: Pax intrantibvs, salvs exevntibvs

«Paz a los que entran, salud a los que se van.»